RAÚL SCALABRINI ORTIZ

Raúl Scalabrini Ortiz, nacido en Corrientes en 1898, pudo tener una brillante carrera en las letras, habiendo conocido el éxito en 1931 con su exitoso ensayo “El hombre que está solo y espera” que aún hoy se lee con interés. Pero renunció a ella, también a bien rentados trabajos periodísticos, para  dedicar años a investigar los mecanismos de la dependencia argentina al mayor imperio de aquellos tiempos, Gran Bretaña. 

Su participación en la revolución radical de 1933 le acarrea cárcel y exilio, lo que no interrumpe sus investigaciones que da a conocer en 1934: “ Argentina, colonia del Imoperio Británico”. Fue inevitable entonces su aproximación a FORJA, un grupo de radicales yrigoyenistas disconformes con el liderazgo acuerdista de Marcelo T. de Alvear. Allí conoce entre otros a Homero Manzi,  Luis Dellepiane,  Gabriel del Mazo y a Arturo Jauretche, con quienes comparte su convicción de que “nuestra política no es más que la lucha entre el espíritu de la tierra , amplio, generoso, henchido de aspiraciones aún inconcretas y el capital extraño que intenta constantemente someterlo y sojuzgarlo”.

Con Jauretche funda en 1939 el fugaz semanario “Señales”, en el que se manifestaron a favor de la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial, oponiéndose a las presiones de los aliados para que la Argentina ingresase en la conflagración. 

Varios artículos suyos aparecen en los  “Cuadernos de FORJA” sobre su tema preferido: los ferrocarriles como instrumento de la dominación colonial y de desintegración soberana. Esos rieles tendidos por el capital extranjero eran “una inmensa tela de araña metálica donde está aprisionada la República”. Era a través del ferrocarril que nuestra economía se organizaba colonialmente para entregar riqueza barata en el puerto de Buenos Aires a los barcos ingleses y sus tarifas subían o bajaban para abortar los intentos industrialistas en las provincias asegurando así la colocación de los productos ingleses que arribaban en los barcos que regresaban al Río de la Plata.  Se cedieron inmensas extensiones de regalo junto a las vías,  se hundieron unos pueblos y se levantaron otros, todas las vías convergieron radialmente hacia el puerto de Buenos Aires sin intercomunicar las ciudades del interior. Todo se hizo para favorecer los intereses de los capitales ingleses y los de sus socios argentinos que se enriquecieron perjudicando a su patria.

En 1936 ve la luz su “Política británica en el Río de la Plata”, en 1937  “Los ferrocarriles, factor principal de la independencia argentina”. Ningún medio importante se hace eco. Ese “ninguneo” será esa una constante de la vida de Scalabrini y de todos aquellos que tuvieron (y tienen) el coraje de denunciar los desmanejos corruptos de sectores de la dirigencia nacional comprometidos con intereses antipatrióticos. 

Cuando se produce el 17 de octubre de 1945 Scalabrini se incorpora entusiastamente, como la mayoría de los miembros de FORJA, al peronismo. “Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes iban llegando… Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba” 

En su primera entrevista con Perón le pide que nacionalice los ferrocarriles, y se lo volvería a recordar en cada encuentro: “Acuérdese de los trencitos”. Cuando la oposición criticó la compra aduciendo que se había pagado “por hierros viejos” Scalabrini respondió: “Son hierros viejos, es cierto, pero esos hierros viejos eran el armazón de nuestro coloniaje”.  

Scalabrini no ocupó cargos de importancia durante los gobiernos peronistas  y a pesar de errores y desvíos nunca vaciló en su adhesión: ” No se trata de optar entre el Gral. Perón y el Arcángel San Miguel. Se trata de optar entre el Gral. Perón y Federico Pinedo. Todo lo que socava a Perón fortifica a Pinedo, en cuanto él simboliza un régimen político y económico de oprobio y un modo de pensar ajeno y opuesto al pensamiento vivo del país”. 

Participó de la resistencia peronista a partir del golpe de 1955  y luego, convencido de que Arturo Frondizi era la posibilidad de un regreso a políticas nacionales y populares, lo apoya y escribe en “Qué”, el órgano partidario, al que llega a dirigir durante un breve tiempo. Pero pronto se decepciona y se repliega sobre sí mismo hasta que una cruel enfermedad termina con la vida del “fiscal de la entrega” el 30 de mayo de 1959.

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