LA VERDAD DE LA RELACIÓN ENTRE FIDEL Y El CHE
-Usted no está autorizado para hacer entrevistas en Cuba.
La expresión hostil del burócrata que me hablaba daba la impresión de estar ensayada a lo largo de muchas prohibiciones.
Estábamos en el Centro de Periodismo Internacional en La Habana. Antes de viajar yo había anunciado en la embajada cubana en Argentina que aprovechando un viaje turístico iba a tener encuentros con algunas personas que habían tenido relación con Ernesto Che Guevara para su eventual publicación en un libro. Había aclarado que no era periodista y les envié mi currículum para que chequearan que, aunque nunca fui marxista, de mis ideas y mi trayectoria no podía deducirse una actitud hostil hacia el gobierno de Castro. Fue entonces que me señalaron que enseguida de llegar debía presentarme en dicho Centro.
Sin arredrarme, con alguna temeraria obstinación, decidí seguir adelante con mis planes y solicité a la embajada argentina en La Habana, entonces a cargo del Ministro José María Aller, que me dieran protección durante mi estadía. Así lo hizo poniendo su auto y su chofer a mi disposición. También conté con la generosa colaboración de nuestro Cónsul, Eduardo Porretti, quien había organizado mi agenda antes de mi llegada.
¿Cuál fue la razón para este intento de censura? Que Cuba ha acuñado una versión “oficial” de la relación entre Fidel y el Che que no se condice con la realidad pero que es necesaria para la utilización propagandística de nuestro compatriota.
Ambos se conocieron en Méjico, en julio de 1955, en la casa de una amiga común, Antonia. El Che escribiría entonces a su familia en Buenos Aires: “Un acontecimiento político es haber conocido a Fidel Castro, el revolucionario cubano, muchacho joven, inteligente, muy seguro de sí mismo y de extraordinaria audacia; creo que simpatizamos mutuamente”. Después de una cena a solas y al cabo de conversar varias horas el jefe cubano había incorporado un médico a su grupo.
Los preparativos para la invasión de Cuba llamaron la atención de la policía mejicana y encarceló a los conspiradores, entre ellos el Che y Fidel quien fue liberado con prontitud. El argentino le envió un mensaje al cubano instándolo a que continuara con sus planes y siguiera adelante pero éste le respondió que no lo abandonaría. El Che nunca olvidará ese gesto y es en esos días que escribe su “Oda a Fidel”, de discutible mérito literario:
“Vamos, ardiente profeta del alba,
por caminos remotos y desconocidos
a liberar el lagarto verde que tanto amas.
Cuando suene el primer disparo
y en sorpresa virginal despierte la selva entera,
allí, a tu lado, combatientes serenos
nos tendrás (…)”.
El Che participaría de la epopeya del Granma y del catastrófico desembarco en el que murieron setenta de los ochenta y dos insurrectos. Luego en la Sierra Maestra dejaría su rol de médico y se transformaría en uno de los más eficaces guerrilleros siendo el primero en recibir de Castro su designación como Comandante.
Triunfante la revolución y desalojado el tirano Batista, Fidel le encargaría al Che los Tribunales Revolucionarios que funcionaron en la Fortaleza de La Cabaña. Los fusilamientos se llevaban a cabo en lo que dio a denominarse “el paredón”, el muro interior del antiguo foso de agua a dónde era conducidos los condenados luego de juicios tumultuosos y cargados de emotividad. Dichos ajusticiamientos fueron utilizados por sus enemigos para dar del Che una imagen siniestra, como fue el caso de los exiliados cubanos en suelo norteamericano que lo catalogaron como “El carnicero de La Cabaña”.
Guevara y Raúl Castro representaron en un principio el sector más radicalizado de la revolución, siendo los únicos que se reconocían públicamente como marxistas. Castro adjudicó al argentino funciones de importancia dentro de su gobierno: el Instituto Nacional de Reforma Agraria, la presidencia del Banco Nacional, el Ministerio de Industria. Fue entonces cuando surgieron los conflictos del Che con el gobierno y el partido oficial cubanos, inteligentemente reflejados en el memorando No. 2333/65 de la CIA, escrito en 1964:
“El deseo de Castro de alejar a Ernesto “Che” Guevara confirma el cambio en la política cubana que ha estado produciéndose en el último año. El alejamiento de Guevara del poder es aparentemente el resultado de su persistente oposición a las prácticas políticas recomendadas por la URSS (…) Guevara, quien ha sido el vocero de las posiciones más militantemente revolucionarias, desaprobó el alineamiento de Castro con la URSS en la disputa chino-soviética y su tendencia a disminuir el rol de Cuba como catalizador y soporte de revoluciones en América Latina y en Africa (…) Desde entonces (la salida del Che de cargos gubernamentales) Fidel Castro ha dedicado la mayor parte de sus energías a asuntos internos de Cuba para encontrar remedio a los desastrosos efectos de las anteriores políticas del régimen, la mayoría promovidas por Guevara”.
El Che, perdedor en la “interna” del poder revolucionario, fue destinado de allí en más, aprovechando su prestigio en el exterior, a hacer prolongadas giras mundiales. En Argel toma la palabra en el ‘Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática’ y suelta un discurso que será decisivo para su vida. En él atacó de lleno al corazón soviético:“¿ Cómo se puede hablar de beneficio mutuo cuando se compra a precio del mercado mundial las materias primas que cuestan sudor y sufrimiento ilimitado a los países atrasados, y se venden a precios del mercado mundial las máquinas producidas en las grandes fábricas automatizadas?. Los países socialistas tienen el deber moral de liquidar su complicidad táctica con occidente”. Lo que el Che planteaba, adelantándose sorprendentemente a desarrollos teóricos que cobrarían fuerza años después , era que el verdadero conflicto entre naciones más que en lo ideológico se daba entre países ricos y países pobres que reproducían en gran escala la lucha de clases entre seres humanos. Esto provocó la furia de los jerarcas del gobierno cubano, dependiente de la ayuda soviética, y uno de mis entrevistados me relató una agria disputa, a su regreso a La Habana, entre el Che y los hermanos Castro. Desde ese momento el argentino nunca volvió a mostrarse en público.
Luego vendría el Congo. Al despedirse Guevara deja a Castro una carta para que fuera leída sólo en caso de que muriera en suelo africano. Pero el cubano no cumple con su palabra y la hace pública en el Primer Congreso del Partido Comunista Cubana sabiendo que el Che está vivo. Lo hace porque los medios internacionales lo acusan de haber eliminado físicamente al argentino como supuestamente lo había hecho años antes con Camilo Cienfuegos. En dicha carta el Che expresaba: “Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden romper como los nombramientos”.
Decepcionado, el Che decide que nunca más volvería a Cuba a pesar de los esfuerzos de Fidel y de su esposa Aleida por convencerlo. Finalmente lo haría por muy breve tiempo y disfrazado, ni siquiera se dará a conocer a sus hijos, sólo para preparar su aventura boliviana. Tan desastrosamente organizada por los servicios cubanos que ha dado pie a especulaciones sobre una estrategia de eliminación del argentino. Ello, estoy seguro, nunca estuvo en los planes de Fidel pero puede haberlo estado en los leales a Moscú en el gobierno cubano, entre ellos el antiguo aliado del Che, Raúl Castro, quien irónicamente se refería a él como “el chino” adjudicándole simpatías por el comunismo maoísta, por entonces enfrentado con el soviético. Lo cierto es que el guerrillero argentino quedó prácticamente inerme, traicionado por el Partido Comunista Boliviano y sin medios de comunicación, a merced de los eficientes agentes de la CIA y de los rangers bolivianos entrenados por los “boinas verdes”.
La diferencia fundamental entre Guevara y Castro, origen de las dificultades en su relación, es que el cubano apostó a la política y el argentino a la epopeya. Es claro entonces con quién la posteridad ha sido y seguirá siendo más generosa.