REVISIONISMO Y COLONIZACIÓN MENTAL
Hoy el revisionismo histórico pasa por un momento de expansión y consolidación, y no le hacen mella crisis institucionales como las del Instituto Dorrego. Son cada vez más los bastiones de la historia liberal, la que campeó sin competencia desde mediados del siglo XVIII, que dejan su lugar a la corriente nacional, popular, federal e iberoamericana, como me gusta llamar al revisionismo.
También son cada más las mentes que se abren al concepto de que un país no puede sostenerse sobre un discurso histórico falseado, que debe ser revisado y corregido.
Y no es casual que me refiera a las mentes porque es en ellas donde se libra hoy la batalla entre dependencia y conciencia histórica.
El eje vertebral del revisionismo nacional y popular es el concepto de dependencia. Es decir la sujeción argentina a intereses ajenos a la felicidad y progreso de sus habitantes. En tiempos pasados no era difícil diagnosticar al adversario. Así lo hicieron los hermanos Irazusta y Scalabrini Ortiz en sus textos sobre la dependencia de Gran Bretaña, el imperio cuya dominación se extendió hasta la primera mitad del siglo XX. Luego de la Segunda Guerra Mundial será el turno de los Estados Unidos cuya metodología ya no sería la ocupación colonial sino el dominio de las economías y las políticas nacionales. También las intervenciones militares cuando se hicieran necesarias como fue el caso de Santo Domingo y Guatemala.
Hoy la situación global capturada por las tecnologías informáticas y la predominancia de la actividad financiera sobre la productiva hace que el diagnóstico se complique. El poder ya no está en países preeminentes sino en poderosos conglomerados económico- financieros-mediáticos que no tienen sede fija ni rostros identificables. Inmensos fondos de inversión de origen sospechable que administran riquezas cada vez más concentradas a los que los gobiernos sirven para resolver las dificultades que se les presentan. Por ejemplo la invasión de países petroleros para disponer de reservas energéticas.
Hoy interpretar el tema de la dependencia requiere enfoques tan modernos como los que ejerce la dominación. Hoy el poder se ejerce sobre nuestras mentes, el campo de batalla como ya dijimos, es nuestra psicología la que está ocupada, es nuestro aparato psíquico el que se alinea con los intereses que nos perjudican. Porque lo que está sometido, hipotecado, es el deseo. Es decir aquella pulsión que tiende a satisfacer nuestra necesidad. Pero el capitalismo extremo, el neoliberalismo que campea en el mundo, requiere de dóciles y ávidos consumidores, para ello es necesario que los seres humanos deseemos aquello que no nos satisface pero es necesario para la conservación y expansión del sistema dominante, para el que es indispensable provocar el deseo más allá de lo necesario, el deseo de lo innecesario. El sistema productivo de nuestros días no produce aquello que necesitamos sino que produce necesidades. Esa es la moderna dependencia, la que desvía nuestro deseo hacia metas que son ajenas a nuestra mismidad, que nos hace ajenos a nosotros mismos, nos enajena.
Es esa la causa principal de la enfermedad endémica de nuestra época, la depresión, la patología del deseo, el no desear nada. De tanto desear lo que no nos satisface terminamos por atrofiar la capacidad de desear. Igualmente los muy difundidos panic attacks se producen debido a que una estructura psíquica debilitada carece de un yo capaz de contener las pulsiones de angustia.
Ese distanciamiento de nuestra propia identidad, eso de ser otros porque inconscientemente deseamos lo que otros necesitan para perpetuar su poder, se refuerza por el miedo de ser distinto, de no pertenecer al rebaño, de ser excluido, ya que la pertenencia es la única identidad a la que puede aspirarse cuando se ha perdido el rumbo. Todo ello apunta a perder el sentido crítico, la capacidad de pensar y de discernir, también la conciencia histórica necesaria para levantar defensas contra la manipulación del dominador, del saqueador de lucidez mental. Campo orégano para los modernos mecanismos de dominación
Ya no se trata de la colonización cultural a la que aludía Jauretche sino de algo más profundo y eficiente, la colonización mental.