O´BRIEN, Juan Thomond.
Juan Thomond O’Brien nació en Battingoss, condado de Wicklow, cerca de Dublín, el 24 de junio de 1786. Hijo de Martín O´Brien y de Honoria O´Connor. Vino al Río dela Plata en 1812 con el propósito de desarrollar proyectos comerciales en el promisorio Nuevo Mundo, pero a poco de llegar se dejó llevar por las ínfulas independistas que sacudían a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Su compromiso, como el de otros extranjeros, tuvo base en sus ideas liberales opuestas al absolutismo oscurantista que regía en muchos países europeos. Quizás pudiera hacerse en América un mundo más justo, más democrático, donde las ideas pudiesen expresarse libremente.
Fueron esas las ideas que profesaba san Martín y fue ése el motivo principal para abandonar el ejército del rey español e integrarse a la insurrección americana, y seguramente fueron esas convicciones compartidas por San Martín y O’Brien las que los acercaron en una estrecha amistad.
O’Brien comenzó su carrera militar en el Río de la Plata incorporándose al Regimiento de Granaderos a Caballo en calidad de alférez, el 27 de septiembre de 1813, siendo destinado a las fuerzas que sitiaban Montevideo, donde fue herido en un encuentro con los españoles. Luego, ya teniente, fue edecán del coronel Soler y luego del general Alvear, posteriormente el primero lo comisionó con órdenes para Dorrego, en campaña contra Artigas. De regreso a Buenos Aires, disconforme con la politiquería reinanate, pidió la baja y marchó a Mendoza para ponerse a las órdenes de San Martín quien lo reincorporó como teniente el 29 de enero de 1816. En el cruce de los Andes fue destinado con sólo 25 hombres a cuidar el paso del Portillo, lo que hizo con eficacia y heroísmo, perdiendo la mitad de sus hombres. Combatió en Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, mereciendo ser citado en el parte de batalla y ascendido a capitán. El historiador chileno Vicuña Mackenna deja una prueba de la simpatía y confianza que el Libertador tomó al irlandés, eligiéndolo de acompañante en los viajes que hizo a Mendoza y a Buenos Aires.
cuenta que un día de la segunda semana de marzo de 1817, San Martín llama ” ¡O’Brien! ¡O’Brien”, que hace girar a éste sobre su cuerpo – O’Brien – le dice el general con ese tono peculiar, rápido, cortante – mañana al amanecer marchamos par Buenos Aires. – ¿Para Buenos Aires, señor? – contesta casi balbuceante el bravo celta que tenía ya más de un requiebro a cuesta”. Y allí partieron los dos el 12 de marzo a través de la cordillera. Es entonces, como testimonia Pérez Amuchástegui, al llegar a la cuesta de Chacabuco, ordena a O’Brien detenerse, desciende su mula y en tono sombrío, ante los túmulos de los muertos en la batalla librada el mes anterior, casi todos morenos, murmurará: “ ¡Pobres mis negros!”.
Será a O’Brien a quien San Martín confiará, luego de estudiar el campo de batalla de Maipú y diagnosticar algunos graves errores de su contendiente, el general realista: “Osorio es más torpe de lo que yo creía. El triunfo de este día es nuestro. El sol por testigo”. El pronóstico se cumplió y la victoria, el 5 de abril de 1818, fue completa. O’Brien recibió entonces la orden de perseguir al jefe realista Osorio. Si bien no lo alcanzó con sus 18 granaderos, en cambio logró capturar 115 prisioneros, entre ellos cuatro oficiales, y todo el equipaje con la correspondencia del general realista. El Libertador leyó las cartas a la sombra de un árbol y luego las mandó quemar: es que eran demasiadas las vilezas de muchos personajes respetables de la sociedad chilena, supuestos patriotas que no vacilaron en traicionar la acusa independista luego del desastre de Cancha Rayada.
Luego de la toma de Lima el Libertador le concedió a O’Brien la Orden del Sol, lo ascendió a Coronel y lo comisionó para llevar a Chile, a las capitales de las provincias cuyanas y a Buenos Aires los trofeos conquistados en la campaña de la Sierra con el objeto de dar prueba de aquello que sus enemigos ponían en duda y también para solicitar ayuda militar y económica para derrotar a definitivamente a los ejércitos realistas en el Perú. En ese sentido la misión de O’Brien fue un fracaso y San Martín debió ceder ante Bolívar en Guayaquil. Enterado en Buenos Aires de la retirada del Libertador del escenario de las guerras independistas O’Brien obtuvo permiso para viajar a su país de origen. Allí se empeñará en promover una fuerte corriente inmigratoria de compatriotas suyos hacia las Provincias Unidas, siendo un pionero en ese sentido. Nuevamente en suelo americano se pone las órdenes de Bolívar quien le adjudica una mina de plata, cuya explotación debe abandonar por no tolerar la elevada altura. Viajero incansable, revitalizada su vocación de empresario, se trasladó al Amazonas peruano en búsqueda de oro, pero nuevamente se dejó tentar por la carrera militar y se alistó en el ejército del mariscal Santa Cruz, jefe de la Confederación Peruano-Boliviana, quien le extendió en 1836 los despachos de General de Brigada, honrándolo también como Oficial de la Legión de Honor de Bolivia. Al pasar por Buenos Aires, debido a que había estallado la guerra entre la Confederación rosista y la alianza peruano-boliviana, se lo encarceló por orden de Rosas so pretexto de conspirar. Pudo salir del país en febrero de1838 gracias a la mediación del Ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, Lord Palmerston. Obstinado en radicarse en suelo americano a pesar de tantas vicisitudes O’Brien, tres años después, reaparecería en Montevideo adquiriendo tierra para dedicarse a la agricultura y ganadería, pero las tropas de Oribe, oriental aliado de Rosas, destruyeron y saquearon su estancia. Fructuoso Rivera, el aliado unitario, en 1846 lo nombró Cónsul General en Gran Bretaña e Irlanda para influir en sus cancillerías a favor de su partido. En su último viaje a Europa al llegar a Lisboa se enfermó gravemente, falleciendo el 1° de junio de 1861, a los 74 años de edad. Sus restos fueron traídos a la capital argentina recién en 1935 a bordo de la fragata “Presidente Sarmiento”, siendo depositados en el panteón de los próceres en el cementerio de la Recoleta.