MUCHOS TRAIDORES Y UN PATRIOTA
En la actualidad su trágico destino de país económica, política, social y culturalmente dependiente encadena a nuestro país a la colosal deuda externa contraída a favor de intereses ajenos a los nacionales con la complicidad de los socios interiores que fueron y son recompensados con largueza por su acción que merece calificarse de traición a la patria y a sus compatriotas, etimológicamente a los “hijos de un mismo padre’’, es decir a sus hermanas y hermanos.
No es de extrañar que dicha política de exacción de capitales nacionales en beneficio de las corporaciones financieras y empresarias internacionales se haya consolidado durante el gobierno del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, cuando el endeudamiento argentino pasó de los 3.276 millones de dólares al fin del gobierno de Onganía a los siderales 45.000 millones. Dicha calamidad, que no puede atribuirse a equivocadas políticas económicas sino a una innegable planificación destinada al enriquecimiento de sectores nacionales e internacionales que especularon con las medidas cambiarias y la libertad de mercado que provocaron la destrucción del aparato productivo nacional. Cabe apuntar que dichas decisiones gubernamentales estuvieron a cargo de los civiles que tomaron parte de la dictadura cívico-militar, a pesar de lo cual la justicia sólo se ha ocupado de los uniformados que protagonizaron esa época tenebrosa de nuestra historia. Tal “indulto”, permite que casi todos los culpables de nuestra debacle económica continúen ocupando cargos oficiales, asesorando a empresas, aconsejando desde diarios, radios y televisores, orientando inversiones extranjeras. Esto se debe a que muchos de los factores de poder, que han permanecido intactos a lo largo de los débiles y corruptos gobiernos constitucionales que sucedieron al Proceso, se enriquecieron astronómicamente durante aquellos años a favor del terrorismo de Estado que en un principio tuvo como pretexto el combate de una guerrilla que fue rápidamente exterminada o desterrada pero que luego se perpetuó para consolidar dicho sistema económico atentatorio de los intereses de la Nación.
Los fondos crediticios no fueron destinados al crecimiento y al desarrollo sino que fueron esquilmados en una desatada corrupción, en la compra de armamentos para la guerra con Chile que luego fue contra Gran Bretana, en la importación de productos suntuarios y sustitutivos de los de industria argentina provocando la quiebra y el cierre de muchas empresas, en la financiación de la fuga de capitales sobretodo al fin del régimen, en los autopréstamos, las “bicicletas” y todo el repertorio especulativo facilitado por medidas cambiarias desatinadas y sospechables.
Todo ello mientras treinta mil compatriotas eran condenados a la terrible suerte de la tortura y la desaparición y otros cientos de miles debían exiliarse para salvarse de un destino similar.
Es aquí cuando aparece en escena un gran patriota de los tiempos actuales:
Alejandro Olmos. El 13 de noviembre de 1955, apenas un mes después de la caída de Perón, cuando la persecusión al peronismo era más violenta , funda el periódico “Palabra Argentina” que lleva por provocativo subtítulo: “La trinchera del pueblo al servicio del país”. Es uno de los principales órganos de la Resistencia Peronista y llega a vender 250 mil ejemplares con el costo de allanamientos a la redacción, secuestros de ediciones completas, censura y cárcel para Olmos. Se vincula y comparte ideas con historiadores, políticos y escritores como José Luis Torres, Ernesto Palacio, Manuel Gálvez, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Leonardo Castellani, Leopoldo Marechal, Arturo Sampay, José María Castiñeira de Dios, Fermín Chávez y José María Rosa. A pesar de adscribir al peronismo la independencia de su pensamiento lo lleva a confrontar con Perón a raíz de la firma del Tratado de Chapultepec en 1947 aunque en 1955 se recoincilian. En 1950 organiza la Comisión Popular Argentina para la Repatriación de los Restos de Rosas -de la cual es secretario general- junto a Gálvez, Palacio, Rosa, Cooke y otros. También crea y dirige el periódico “Juan Manuel”, de corta duración.
Estuvo preso durante los gobiernos de Aramburu y de Frondizi y la persecución llega a tal extremo que es privado de sus documentos de identidad por lo que, durante un largo tiempo, no existe legalmente. Será bien avanzado el gobierno de Raúl Alfonsín cuando la Corte Suprema de Justicia falla a su favor y ordena al Estado a que le restituya los documentos de identidad a los que tiene derecho como ciudadano. En 1973, luego del retorno definitivo de Perón al país, le habían propuesto ocupar un puesto público de importancia pero no acepta. “Yo no sirvo para esto. En los momentos difíciles, sí; en los triunfos, no”, dijo. Pero lo que a Olmos le gana el reconocimiento de sus compatriotas y la marginación de los factores de poder y de la historia oficial es cuando el 4 de abril de 1982, en medio de la efervescencia desatada por la invasión a las Islas Malvinas, se presentó como querellante ante el Juzgado Criminal Federal N° 2 iniciando un juicio contra Martínez de Hoz, es decir contra la deuda externa. A lo largo de dieciocho años, a pesar de amenazas e indiferencias, sigue aportando pruebas, peritos y testigos a la causa No. 14.467 hasta reunir treinta cuerpos principales y más de quinientos anexos. Para esquivar el “ninguneo” de los principales medios de difusión publica en 1990 el libro “Todo lo que usted quiso saber sobre la deuda externa y siempre se lo ocultaron”. Cinco años después, organiza un juicio popular -lamentablemente sin peso legal- presidido por el Premio Nobel de la Paz 1980, Adolfo Pérez Esquivel, que impone “condenas morales” a los ex ministros de Economía Alfredo Martínez de Hoz, Domingo Cavallo y otros cómplices del saqueo. Incansable, a mediados de 1995, crea el Foro Argentino de la Deuda Externa.
El juez Jorge Ballesteros, a cargo de la causa, detectó más de 470 operaciones económicas y financieras ilegítimas y finalmente el 13 de julio de 2000 dictaminaría que la deuda externa de la Nación “ha resultado groseramente incrementada a partir del año 1976 mediante la instrumentación de una política económica vulgar y agraviante que puso de rodillas al país a través de diversos métodos que tendían, entre otras cosas, a sostener empresas y negocios privados -nacionales y extranjeros- en desmedro de sociedades y empresas del Estado que, a través de una política dirigida, se fueron empobreciendo día a día”. También: “Ha quedado evidenciado en el trasuntar de la causa la manifiesta arbitrariedad con que se conducían los máximos responsables políticos y económicos de la Nación en aquellos períodos analizados. Así también se comportaron directivos y gerentes de determinadas empresas y organismos públicos y privados; no se tuvo reparos en incumplir la Carta Orgánica del Banco Central de la República Argentina; se facilitó y promulgó la modificación de instrumentos legales a fin de prorrogar a favor de jueces extranjeros la jurisdicción de los tribunales nacionales; inexistentes resultaban los registros contables de la deuda externa; las empresas públicas, con el objeto de sostener una política económica, eran obligadas a endeudarse para obtener divisas que quedaban en el Banco Central, para luego ser volcadas al mercado de cambios; se ha advertido también la falta de control sobre la deuda contraída con avales del Estado por la empresas del Estado”.
El fallo del magistrado, de 195 páginas, declaró la deuda como “ilegal, inmoral, ilegítima y fraudulenta”, a pesar de lo cual no hubo reacción alguna por parte de las autoridades nacionales ni de los organismos financieros internacionales, celosos custodios del pago de la deuda sin consideraciones acerca de su legalidad o ilegalidad.
.Olmos había fallecido ochenta días antes del fallo e ingresaba airosamente a la lista de “malditos”, marginado por los medios de difusión y olvidado por nuestra historia oficial que oscurece, rotula o jibariza, coherente con la ideología que la impregna, a los Guemes, Artigas, Dorrego, San Martín, Yrigoyen, Perón y otros jefes populares, y a sus mejores intérpretes como Adolfo Saldías, José María Rosa, Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos, Raúl Scalabrini Ortiz, que se opusieron al dominante liberalismo autoritario que no vacila en condenar a sus compatriotas a la miseria, a la desnutrición y al analfabetismo con tal de cumplir con sus intereses.