LOS TORMENTOS DEL LIBERTADOR

Pocas personas tan injuriadas por sus contemporáneos como San Martín. Fueron varias las razones: 1) La envidia, claro, que ya entonces era un motor decisivo en pensamientos y en acciones en nuestras tierras. Así lo dejará establecido el general Iriarte en sus “Memorias” al referir una pendencia en la que Alvear y San Martín casi llegaron a las manos durante un banquete en Londres: “Alvear detestaba a San Martín y ese odio era recípoco. En Alvear obraba un sentimiento de envidia por el nombre glorioso de su adversario. En San Martín tenía otro origen el encono  que profesaba a Alvear: era el conocimiento que de él tenía”. 2) Sus incoinciliables enemigos, Rivadavia y Alvear, y sus acólitos, dominarán la política de Buenos Aires durante muchos años 3)  Buenos Aires jamás le perdonará que no hubiera regresado con el ejército de los Andes, abandonando la campaña independista, para defenderla del ataque de los caudillos López y Ramírez. 4)  Los “hermanos”de la Logia Lautaro y de los que la sustituyeron cumplieron con su obligación de perseguirlo por sus patrióticas desobediencias.

En plena campaña de los Andes fue acusado de “ambicioso, tirano y ladrón” (Carta a T. Guido, 6 de enero de 1827) en los periódicos  porteños, quienes hasta lo acusarían, según Vicente Fidel López, de “haber robado un ejército”.  Tal boycott redundó en que fue tal la debilidad de San Martín al enfrentarse con Bolívar en Guayaquil que no tuvo otra alternativa que cederle la gloria del final de la campaña libertadora sudamericana.

De regreso en su país pretende instalarse en una chacra mendocina y pasar desapercibido, dedicado a las tareas rurales. Pero lo infundios no  se lo permitirán: “ ¿Creerá Ud. si le aseguro por mi honor que a mi llegada a Mendoza al regreso del Perú se creyó que mi objeto era hacer una revolución para apoderarme del mando de la provincia de Cuyo y que se me enseñó una carta del gobernador de San Juan, Carril, en la que se aconsejaba se tomasen las medidas necesarias para evitar el golpe?”  (Carta a T. Guido, 6 de abril de 1829). En la misma comunicación relatará que ante su decisión de trasladarse a Buenos Aires por la enfermedad terminal de su esposa “se apostaron partidas en el camino para prenderme como un facineroso, lo que no realizaron por el piadoso aviso de un individuo de la misma administración?”.

Su breve estada en Buenos Aires antes de partir, o  huir, hacia Europa tampoco será de alivio, como lo demuestra, luego de la visita de don José, el sibilino desdén que hacia él demuestra Lavalle, a quien nuestra historia oficial ha indultado por su ominoso fusilamiento al gran Dorrego y por haber comandado el ejército cipayo que colaboró con el bloqueo francés  en 1840: “¿Quiere Ud. reírse?. (San Martín) remitió a Inglaterra un libramiento de cien mil pesos contra Alvarez Condarco, su íntimo amigo, y con este motivo se va dentro de algunos días a Inglaterra con el pretexto de poner a su hijita en el colegio. ¡Qué tal!” (Carta a Enrique Martínez, 1824).

No en vano el Libertador había desarrollado un gran encono contra Buenos Aires y sus doctores: “El foco de las revoluciones, no sólo en Buenos Aires, sino de las provincias, han salido de esa capital: en ella se encuentra la crema de la anarquía, de los hombres inquietos y viciosos, de los que no viven más que de trastornos, porque no teniendo nada que perder todo lo esperan ganar en el desorden: porque el lujo excesivo multiplicando las necesidades se procura satisfacer sin reparar en los medios; ahí es donde un gran número de individuos quiere vivir a costa del Estado y no trabaja”.

La situación no de descomprimiría con su viaje a Europa, como lo demuestra el altercado sostenido con Manuel Moreno, hermano de Mariano, entonces embajador argentino en Inglaterra. Este, con intenciones aleves, envió a Buenos Aires informes falsos acerca de que don José había viajado a España para negociar el reconocimiento de la independencia de las nuevas naciones americanas a cambio de la instauración en ellas de monarquías europeas. Tal infundio está en línea con aquel del “rey don José” con que en Lima se lo acusó de tener ideas monárquicas y de pretender erigirse él mismo en soberano del Perú.

Se produce entonces un intercambio de cartas al cabo de las cuales la insolencia de Moreno enfurece a San Martín: “V. hace muy bien en tomar precauciones pues por este medio pone a cubierto no su honor porque, en mi sana opinión, le es a V. desconocido, pero sí sus costillas, pues estaba bien resuelto a visitarlas(…) Le prevengo que jamás recibiré más cartas de V. porque me deshonraría, pero sí su visita – que no es de esperar porque V. es de aquellos que siguen el evangelio con exactitud, es decir, que si les dan una bofetada, vuelven el carrillo para que la repitan del otro lado. Sí señor, el coraje de V. sólo lo reserva para intrigas y picardías”.

Tampoco saldrá bien librado de la visita de alguno de sus compatriotas (SARMIENTO)

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