LA ROMA IMPERIAL

En el siglo VIII antes de la era cristiana, en la parte central de la península itálica, cerca de la  desembocadura del río Tiber, las colinas cubiertas de pasturas y bosques congregaban a los latinos que pastoreaban allí sus ganados, a los sabinos que comerciaban con la sal de la costa transportándola río arriba y a los evolucionados etruscos que acudían a vender sus manufacturas a los primitivos pueblos ribereños. En esos tiempos fue fundada Roma,  probablemente en el 753 a.C., cuando según la leyenda, Rómulo y Remo, descendientes del héroe troyano Eneas, fueron  amamantados por una loba.

Los cuatro primeros reyes, el citado Rómulo, Numa Pompilio, Tulo Hostilio y Anco Marcio, parecen haber existido sólo en la leyenda. De los siguientes, Tarquino el Viejo, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio, su existencia está más documentada, habrían sido etruscos, y su gobier¬no se habría extendido a lo largo de la mayor par¬te del siglo VI promoviendo un significativo avance cultural v económico. Se emprendieron grandes obras públicas: saneamiento, construcción de templos y lugares públicos de reunión.

Los romanos expulsaron a los etruscos cerca del 550 a.C. e instauraron la república.  En los primeros tiempos de ésta sólo los miembros de las familias poderosas intervenían en el gobierno de la ciudad, integrando el Senado en forma vitalicia. Los plebeyos fueron reaccionando contra estos privilegios con tal fuerza que el Senado hubo de autorizar las asambleas populares que nombraban a los tribunos, quienes debían proteger al pueblo de las  arbitrariedades de los magistrados. Hacia el año 450 a.C. se promulgó la Ley de las Doce Tablas, embrión del extenso  cuerpo jurídico que Roma legó al mundo, el Derecho Romano,  que habría de constituir la raíz de los sistemas jurídicos modernos. 

Roma se propuso reconstruir la Liga Latina, disuelta luego de la caída de los reyes etruscos, y así extender el territorio bajo su dominio.  A lo largo del siglo V a.C. fueron cayendo en su poder diversos pueblos. La vecina ciudad etrusca de Veye, rival más directa de Roma, fue destruida en el año 396 a.C. tras una guerra de diez años.

Los galos invadieron a comienzos del siglo IV el norte de Italia y chocaron con los ejércitos romanos junto al río Alia y los derrotaron. Se apoderaron de Roma, la saquearon y luego la abandonaron llevándose consigo un gran botín. Pronto Roma se recuperó y se estableció como la fuerza más poderosa de la Italia central, que se acentuó con su victoria sobre los samnitas en Sentinum  aunque antes debieron desfilar humillantemente bajo las “horcas caudinas” luego de la derrota en el paso de ese nombre en los montes entre Nápoles y Benevento.  A continuación el expansionismo de Roma se volcó sobre las ricas ciudades griegas del sur de la península itálica.

Roma llevó a cabo una hábil política respetando las instituciones propias de gobierno de las ciudades ocupadas, conce¬diendo en algunos casos la ciudadanía romana a sus habitantes, aunque sin derecho a voto en la urbe. Se construyeron las primeras grandes vías de comunicación terrestre y se estableció el dominio marí¬timo de la costa peninsular lo que ayudó a integrar el cada vez más extenso territorio.

 A mediados del si¬glo III a.C. a Roma ya no le fue suficiente su total dominio de la península itálica y se lanzó a la conquista del Mediterráneo, lo que la llevaría a chocar con un poderoso enemigo, Cartago, que domi¬naba un extenso imperio comercial y militar que compren¬día las costas africanas, el sur de la pe¬nínsula ibérica, Córcega, Cerdeña y la mayor par¬te de Sicilia. Estas tres islas cayeron en po¬der de Roma tras la primera guerra púnica (264-241 a.C.). Una nueva guerra con Cartago, la segunda guerra púnica, estalló en el año 218 y a su término, en el 201 a.C.,  gran parte de la península ibérica con sus rique¬zas mineras pasó a depender de Roma. La tercera guerra púnica (149-146) terminó con la destrucción defi¬nitiva de Cartago y la incorporación a Roma de los restos de su imperio.

La intervención en Macedonia y Grecia dio comienzo en tiempos de la tercera guerra púnica y la primera se convirtió en provincia romana en el 148 a.C., en tanto que la destrucción de Corinto marcó el sometimiento griego. Atenas fue saqueada y sus más preciados tesoros artísticos enviados a Roma. Las clases altas, comenzando por algunas grandes familias como la de los Esci¬piones, fueron conquistadas por la cultura heléni¬ca, la que fue imitada por los artistas romanos. Luego vendría la incursión en Asia menor, Siria y Judea. A partir del 125 a.C. comenzó la ocupación romana de la Galia Narbonense, actual Mediodía francés, luego llegó el turno de los teutones en Ayune Sextiae, y de los cimbrios en la batalla de Vercellae, un año más tarde.

Dueña ya Roma de un inmenso imperio y enriquecidos sus habitantes por un sistema económico muy monetarizado que per¬mitió una notable acumulación de capital comenzaron a disiparse las costumbres. Desapareció el servicio militar como derecho y deber ciudadano y las legiones se nutrieron de mercenarios procedentes de todos los rincones del imperio, lo que trajo consigo una intensa mezcla de etnias v costum¬bres. Los prisioneros de guerra constituyeron un inmenso ejército de es¬clavos cuyo trabajo barato en los grandes fundos y en las manufacturas arruinó a los campesinos y artesanos libres de la península itálica. El proletariado romano se constituyó en una gran clase ociosa, que vivía miserablemente de las subvenciones y repartos gratuitos de comestibles, frecuentando las termas y entretenido con los jue¬gos públicos y circenses.

Roma misma fue convir¬tiéndose en una gran urbe parásita, a la que afluían las mercancías de lujo y las especias de oriente, el trigo de Sicilia y el norte de África, el aceite de Hispania y los esclavos de todo el inmenso impe¬rio colonial. Así, se inició un largo período de inestabilidad interna que sólo cesó cuando la vieja república romana se transformó en imperio.

Los últimos decenios del siglo II a.C. conocieron las luchas sociales que tuvieron como protagonis¬tas a los hermanos Tiberio y Cayo Graco, elegi¬dos tribunos de la plebe. Ya no se trataba, como en los comienzos de la república, de la reivindica¬ción de igualdad de derechos por parte de los ple¬beyos, sino de la protesta de un pueblo reducido a la miseria contra los ricos y los nobles, detentadores de la propiedad de las riquezas itálicas. 

Los conflictos políticos y las disputas por el poder se sucedían profundizando la crisis del imperio. En el año 88 a.C. se produjo en Asia menor una im¬portante rebelión contra el poder de Roma. El Se¬nado confió el mando del ejército encargado de re¬primirla a Lucio Cornelio Sila, pero la plebe ro¬mana lo destituyó y proclamó en su lugar a Ma¬rio, general victorioso de los invasores bárbaros, que simpatizaba con el partido popular. Pero Sila se apoderó de Roma, hizo desterrar a Mario y restableció el po¬der senatorial. Cuando Sila abandonó la ciudad para dirigirse a Asia los partidarios de Mario aprovecharon para apoderarse otra vez de la capi¬tal. Finalmente en el 82 a.C. Sila derro¬tó a sus adversarios en la batalla de Porta Collina, y estableció en Roma una dictadura que fortaleció el poder de las clases altas y limitó las atribuciones de los tribunos de la ple¬be.

Una rebelión de esclavos, acaudillados por el gladiador Espartaco, estalló en el año 73 a.C. (ver recuadro I) pero fueron exterminados por el ejército al mando de Marco Licinio Carso y Cneo Pompeyo, quienes, también triunfadores contra los piratas y en las guerras de oriente, volvieron a Roma en triunfo. El Senado, desconfiando de su prestigio, los enfrentó por lo que ambos jefes militares se aliaron con otro líder emergente, Julio César. Ese primer triunvirato, establecido en el año 60, mantuvo el equilibrio de poder a lo largo de varios años durante  los cuales César fue incrementando su poder militar y conquistando el favor de las masas (ver recuadro II). El15 de marzo del año 44 a.C. fue ase¬sinado por un grupo de senadores conjurados.

Sobrevino entonces un nuevo período de luchas civiles y represión. En el año 43 a.C. se constituyó un segundo triunvirato, del que formaron parte Mar¬co Antonio, Marco Emilio Lépido  y Cayo Octa¬vio, y que el Senado hubo de reconocer. No tardaron en estallar las luchas intestinas al cabo de las cuales Octavio quedó como único dueño de Roma, también de Egipto debido a la caída de Alejandría y las muertes de Marco Antonio y de Cleopatra (ver recuadro III) .

Octavio se encontró en la situación de que su poder no tenía rivales, el inmenso imperio estaba pacificado y en Roma la aristocracia se encontraba ex¬hausta y debilitada. En el 27 a.C. adoptó el nombre de Augusto, de acuerdo a la monarquía divinizada de los pueblos orien¬tales del imperio, y  conociendo el rechazo del pueblo romano a la institución monárquica se proclamó emperador, en alusión al general victorioso que contribuía a la conformación del imperio. 

El largo gobierno de Augusto, desde el 27 a.C. hasta el 14  d.C. se caracterizó por la paz interna (la tan citada “pax romana”), la consolidación de las instituciones imperiales y el creciente desarrollo económico que se manifestó en importantes obras públicas que han perdurado hasta hoy a pesar del tiempo, de las guerras y de las depredaciones. No se descuidaron las conquistas territoriales y las víctimas fueron las regiones montañosas de los Alpes, la península ibérica y las actuales Marruecos v Argelia. 

Después de la muerte de Au¬gusto se turnaron en el poder diversos miembros de su familia, algunos con aparentes desequilibrios mentales como Calígula (37-41 d.C.) y Nerón (54-68 d.C.). Aunque la corrupción y la desmesura reinaban en los palacios romanos, el sistema económico del imperio funcionaba eficaz¬mente, había una relativa paz en casi todas las provincias, más allá de las fronteras no existían enemigos capaces de medirse con el poder de Roma y las ciudades importantes crecían cultas y prósperas. 

El cristianismo, desde sus oscuros orígenes en Judea, se fue propagando por todo el imperio, principal¬mente por las clases bajas urbanas. El monoteísmo de judíos y cristia¬nos chocó con la divinización del emperador y se produjeron persecuciones que tuvieron por escenario circos y anfiteatros como el Coliseo (ver recuadro IV). 

En el siglo II el Imperio Ro¬mano llegó a su cenit. La población, el comercio y el poder imperial estaban en su apogeo, como así también las grandes obras públicas de influencia griega como las carreteras, las termas, los acueductos, los teatros, los puentes, etc. También los arcos y las pirámides celebratorias de triunfos de los ejércitos imperiales. En el arte, si bien no fue original, tuvieron la virtud de transmitir las virtudes ajenas, como las esculturas que tenían a las griegas como modelo, también la arquitectura,  y las pinturas que adornaban los hogares y los edificios públicos como puede hoy observarse en Pompeya y en Ercolano. 

Pero, entrando ya en el s.III, comenzaron a percibirse señales de que el sistema se estaba agotando, entre otros motivos por la declinación demográfica debido a que los habitantes abandonaban Roma en busca de lugares menos castigados por los impuestos y con agriculturas más rentables. Además el período sin guerras hizo que lo esclavos escasearan por  lo que se resintió una economía basada en la mano de obra gratuita. Por otra parte el acoso de los bárbaros se hizo cada vez más intenso y sus victorias más frecuentes, perdiéndose Bretaña, Dacia y parte de Germania. Asimismo el crecimiento del cristianismo con su vocación de reforma social y crítica a las instituciones fue limando el poder imperial hasta que Constatino (306–337) la adoptó como religión oficial, más por razones políticas que por revelación divina, ya que la mayoría de lo sectores populares lo había adoptado como su religión. 

El golpe de gracia al debilitado auge romano lo dio el rey godo Alarico quien en el año 410 invadió Roma y la saqueó. Luego sería el turno de Atila y sus hunos. 

Gran parte de los rasgos constitutivos del mundo moderno se deben al imperio que la Roma antigua fue capaz de construir hace dos milenios en torno al mar Mediterráneo. Ello favoreció la difusión del cristianismo, que aún hoy muestra sus huellas como la organización en diócesis y arquidiócesis, también en las vestiduras de sacerdotes y obispos.  Los idiomas, por su parte,  que se hablan en el sur de Europa, Latinoamérica y otras partes del mundo constituyen una de las herencias directas de la civilización romana, ya que derivan del latín que se hizo universal cabalgando sobre las conquistas militares. 

 

Recuadro I

ESPARTACO

Fue un gladiador romano que entre el 73 y el 71 a.C. sublevó a los esclavos en contra del poder romano, inmortalizado en el cine por Kirk Douglas en el film de Stanley Kubrik.

Era de Tracia y con un grupo de setenta esclavizados en la escuela de gladiadores de Capua huyó a refugiarse en las laderas del Vesubio. Allí proclamó su intención de confrontar con los poderosos del imperio para conservar su libertad y se le sumaron numerosos esclavos y otros componentes de los sectores más bajos de la sociedad que vieron en él un líder capaz de cambiar una situación social, política y económica que los condenaba a una vida infrahumana. Con su ejército de 100.000 improvisados y mal armados soldados conquistó gran parte del sud de la península itálica, venciendo en repetidas oportunidades a las fuerzas gubernamentales. Luego tomó dirección hacia el norte con la intención de cruzar los Alpes y salir de territorio romano.

En Abulia sufriría su primera gran  derrota ante los cónsules Cneo Léntulo Clodiano y L.Gelio, perdiendo a su lugarteniente Crixo. Retrocedió hacia la Lucania, obteniendo otras victorias y devastando la región. Pero la inferioridad de sus tropas ante las experimentadas legiones imperiales, sumada a divergencias surgidas entre los suyos, hizo que finalmente fueran vencidas por un enorme ejército conducido por Marco Licinio Craso, muriendo Espartaco en combate. Otra versión afirma que fue crucificado junto con seis mil de sus hombres y exhibido en la via Appia romana como escarmiento. 

Su memoria ha perdurado como un símbolo de la rebelión de los desventurados contra los poderosos, y un movimiento revolucionario marxista originado en Alemania durante la Primera Guerra Mundial, integrado entre otros por Rosa Luxemburgo, tomó el nombre de “espartaquismo”.

 

Recuadro II 

JULIO CESAR

Luego de una brillante carrera militar, sumado al hecho de haber casado con la hija de Cinna, poderoso cónsul, Cayo Julio César se introdujo en la vida política romana. Elegido cónsul, se alió con Pompeyo y Craso, los hombres más poderosos. A César se le concedieron tres provincias , las Galias  Cisalpina y Transpadana y el Ilírico. Con las legiones de dichos territorios extendió ampliamente sus dominios, sometiendo a celtas, belgas, helvecios y germanos, también a los galos de Vercingetorix. Tanto poder acumulado hizo que el senado se aliase con Pompeyo para frenar su crecimiento. Entonces César cruzó el Rubicón, que era el límite de sus dominios, pronunciando la famosa frase “Alea, jacta est” ( “la decisión está tomada”), y dando inicio a una prolongada guerra civil, el 1º de enero del 49 a.C., que concluyó con su triunfo, siendo nombrado “dictador perpetuo” en Roma. En persecución de Pompeyo, quien sería finalmente asesinado por los suyos, César llegó hasta Egipto, donde coronó a Cleopatra. Allí fue sitiado por las fuerzas de Tolomeo XIII, venciéndolo a orillas del Nilo el 27 de marzo del 47 a.C. 

Aún faltaron algunas batallas para que el poder de César quedase asegurado, entonces, elegido cónsul por tercera vez y gozando de honores que rozaban la divinización,  pudo dedicarse a las reformas: cambió el calendario (ver recuadro V); reorganizó el Senado, convirtiéndolo en una asamblea consultiva; dictó la ley Julia que organizó los municipios; legisló a favor de los sectores humildes repartiendo tierras, oponiéndose al lujo, protegiendo a las familias numerosas., etc.

En los idus (día que dividía al mes en dos partes iguales) de marzo del 44 a.C. fue apuñalado por conspiradores que deseaban imponer la república. Entre ellos se encontraba  Marco Junio Bruto, quien había sido perdonado por César luego de la batalla de Farsalia y puesto a gobernar en la Galia Cisalpina. Luego del asesinato debió huir de Roma y se puso al frente de un ejército en Macedonia para oponerse a Marco Antonio. Fue derrotado y finalmente se suicidó.

Julio César es recordado como el símbolo del máximo poder político, por ello “César” fue el título honorífico adoptado por los emperadores romanos que lo sucedieron, así como, con la misma significación, los alemanes utilizaron lo de “káiser” y los eslavos lo de “zar”. También se destacó como escritor, siendo autor de reflexiones gramaticales en “Analogía”, también de “Anticato”, una crítica a Catón. Asimismo son de resaltar sus textos históricos “Comentarios sobre la guerra de las Galias” y “Comentarios sobre la guerra civil”, valiosos testimonios autobiográficos.

El término de “cesarismo”se utiliza en la actualidad para designar el sistema político en que todo el poder está concentrado en una sola persona

 

Recuadro III

CLEOPATRA Y MARCO ANTONIO

Cleopatra fue un raro fenómeno en una etapa histórica dominada por los hombres. Hija de Tolomeo II nació en Alejandría en el 69 a.C., coronándose reina de Egipto en el 51 a.C. junto con su hermano Tolomeo XIII. Pronto estalló el conflicto entre ambos y la hábil reina buscó la alianza con  Julio César, quien había ingresado en la región en busca de nuevas conquistas. Ambos establecieron una estrecha relación que tendría como frutos un hijo, Cesarión, y la derrota y muerte de Tolomeo XIII. 

Luego de la muerte de César llegaría para Cleopatra el momento de seducir a un nuevo poderoso, Marco Antonio, quien había sido nombrado gobernador de la región oriental del imperio romano. Lo logró a pesar de, o gracias a, su nariz pronunciada y Marco Antonio repudió a su esposa legal, Octavia, y, seguramente a instancias de su ambiciosa amante, se proclamó emperador de Oriente, independizándose de los designios de Roma. 

El senado romano envió en su contra una poderosa expedición militar comandada por Octavio, el futuro Augusto, que derrotó a Marco Antonio y Cleopatra en la batalla naval de Accio.

El primero huyó a Alejandría donde se suicidó. Entonces la reina egipcia intentó desplegar sus virtudes de seducción con Octavio pero no logró su perdón por lo que también prefirió suicidarse, lo que hizo histriónicamente para satisfacción de escritores y cineastas, dejándose picar por una serpiente. 

 

Recuadro IV

El COLISEO

Su verdadero nombre es Anfiteatro Flavio, la denominación de Coliseo se le dio posteriormente en referencia a la colosal estatua de Nerón que se erigía a su frente. Representa la grandeza y poderío del imperio romano y  su construcción fue iniciada por mandato de Vespasiano en el año 72 d.C, inaugurándose en el año 80 bajo el reinado del emperador Tito. Se levantó sobre los restos de la Domus Aurea, residencia neroniana, y podía albergar hasta 100.000 espectadores. Es de forma elíptica y su radio mayor tiene 188 mts y el menor 156, alcanzando su altura los 57 metros. 

En el Coliseo Romano se realizaban sangrientos espectáculos públicos. En él tuvo lugar, a lo largo de los tres siglos iniciales de nuestra era, el martirio público de los primeros cristianos, por ello fue declarado lugar sagrado por el papa Benedicto XIV.  Fue habitual la lucha de los gladiadores, que habitualmente terminaba en la muerte de uno de ellos. En raras ocasiones, si la gente lo pedía y la máxima autoridad  lo  permitía, se perdonaba la  vida de ambos luchadores si su coraje y entrega lo merecía. A veces el espectáculo consistía en batallas navales y desiguales enfrentamientos entre fieras y seres humanos.

La fachada exterior del edificio lucía arcadas decoradas con columnas dóricas, jónicas y corintias, y eran de fino mármol no sólo los asientos sino también las paredes interiores y exteriores. La clase alta ocupaba las gradas bajas, el “podium”, en cuyo centro estaba el “pulvinar”, espacio reservado para el emperador y su familia,  senadores y magistrados. 

Luego el Coliseo sufrió un progresivo abandono y hasta fue utilizado como fortaleza por la familia Frangipani. Durante los siglos XV y XVI sirvió de cantera de materiales nobles para las iglesias y para las residencias de los poderosos. La mayoría de los maravillosos mármoles de la catedral de San Pedro, por ejemplo, provienen del Coliseo y de los edificios del Foro Romano. Es decir que la devastación que hoy exhibe no se debe al paso del tiempo sino a la desaprensiva codicia humana. 

 

Recuadro V

EL CALENDARIO ROMANO

En un principio el calendario romano., derivado del egipcio,  constaba de 304 días, divididos en 4 meses de 31 días y 6 de 30. Bajo el imperio de Tarquino se agregaron dos meses, ‘januarius’ y ‘febrarius’, porque el período anual resultaba demasiado corto. Sin embargo el calendario actual conservó para los cuatro últimos meses del año la numeración original: septiembre (séptimo), octubre (octavo), noviembre (noveno), diciembre (décimo).

La reforma de Julio César, asesorado por un relevante astrónomo, Sosignes,  consistió en la adopción de un año de 365, 25 días, estableciendo la duración anual en 365 días e intercalando cada cuatro años uno de 366. Esto se lograba duplicando el 24 de febrero, que era el sexto día antes de las calendas ( 1º de mes) de marzo: “bi sexto ante calendas Martii”. De allí lo de “bisiesto”. Otra modificación surgió cuando Augusto se sintió merecedor de que un mes llevara su nombre, y para no ser menos que Julio César, cuyo mes tenía 31 días, se le quitó una jornada  a febrero y se le agregó a agosto. Vanidades…

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