LA NUEVA DEPENDENCIA

El eje vertebral del revisionismo nacional y popular es el concepto de dependencia. Es decir la sujeción de nuestra nación a intereses ajenos y contrapuestos a la felicidad y el progreso de sus habitantes. En tiempos pasados no era difícil diagnosticar al adversario. Así lo hicieron los hermanos Irazusta y Scalabrini Ortiz en sus textos sobre la dependencia de Gran Bretaña, sobre todo a través del control de la producción y las exportaciones agrícolo-ganaderas en el primer caso, y del tendido de las líneas ferroviarias en el segundo. Luego del imperio británico, como consecuencia de un proceso que rematará la Segunda Guerra Mundial, sería el turno de los Estados Unidos de Norteamérica, cuya metodología sería el dominio de las economías nacionales en sociedad con sectores cipayos en cada país. Cuando las circunstancias se complicaban, por resistencia patriota, era el tiempo de las intervenciones militares como fue el caso de los desembarcos de marines en varios países centroamericanos.

Hoy, a favor de las tecnologías globalizadas y la preeminencia de la actividad financiera sobre la productiva, el diagnóstico se ha complicado. El poder dominador ya no está en países preeminentes sino en poderosos conglomerados económico-financieros que no tienen sede fija ni rostros identificables. Inmensos fondos de inversión de origen sospechable que administran empresas cada vez más concentradas con productos brutos superiores a los de muchos países y con una imponente ejecutividad y capacidad de decisión y con omnímodo control de los medios de comunicación.

El cada vez mayor predominio de lo privado sobre lo público hace que  los gobiernos sean actualmente meros ejecutores de las necesidades de dichos pools económico financieros que dictan las políticas gubernamentales que los beneficien cuando, como sucede en la actualidad, se apoderan del escaso petróleo, encareciéndolo,  o cuando en un futuro no muy lejano se imponga la apropiación del agua.  

En otras épocas la dominación del fuerte sobre el débil se ejercía sobre los cuerpos, como en la esclavitud, luego lo hizo sobre los territorios en tiempos de las colonias, posteriormente el capitalismo se adueñaría de las economías nacionales de los países periféricos, hoy  lo que se coloniza y domina son nuestras mentes.

Es nuestra psicología la que está ocupada, es allí donde desembarcó el moderno dominador,  es nuestro inconsciente el que se alinea con los intereses que nos perjudican. Porque quien está sometido, hipotecado, es el deseo. Es decir la pulsión que tiende a satisfacer nuestra necesidad. Pero el capitalismo extremo, el neoliberalismo que campea en el mundo, requiere de dóciles y ávidos consumidores, para ello es necesario que los seres humanos deseemos aquello que en circunstancias normales no desearíamos. Es para el colonizador contemporáneo  indispensable provocar el deseo más allá de lo necesario, el deseo de lo innecesario. El sistema productivo de nuestros días no produce  aquello que necesitamos sino que lo que produce son necesidades. Esa es la moderna dependencia, la que desvía nuestro deseo hacia metas que son ajenas a nuestra mismidad, que nos hace ajenos a nosotros mismos, que nos enajena.

Es ésa la causa principal de la enfermedad de nuestra época, la depresión, que es la patología del deseo, la tenebrosa victoria del no desear nada, del sinsentido. De tanto desear lo que no nos representa, lo que no nos satisface, se termina por no desear nada. Igualmente los muy difundidos “panic attacks” se producen debido a que una estructura psíquica debilitada carece de una red  capaz de contener las pulsiones de angustia.

Ese distanciamiento de nuestra propia identidad, eso de ser otro porque deseamos lo que otros necesitan para perpetuar su poder, se acompaña del miedo a ser distinto, a no pertenecer al rebaño, a ser excluido,  ya que la pertenencia al sinsentido es la única identidad a la que puede aspirarse cuando se ha perdido el rumbo. Todo ello apunta a la entonces inevitable  pérdida de la capacidad crítica y a la consiguiente posibilidad de pensar, discernir y actuar de acuerdo a lo nuclear de cada uno y a las necesidades d la patria a la que pertenecemos.

 Ello fomenta el individualismo porque la competitividad hace que se desconfíe del prójimo, la frivolidad porque el criterio de éxito es concedido por la figuración, el materialismo porque al abolirse la interioridad solo quedan las cosas, el relativismo porque al no haber convicciones sólidas nada es más ni menos que lo demás.

Tiene razón Zigmunt Bauman cuando habla de la sociedad líquida, aquella en la nada es estable, firme, en la que predomina la fugacidad, la falta de compromiso, todo es desechable. Antes de él Enrique Rojas nos habló del hombre ‘light’.

Para ahondar la colonización mental es imprescindible, claro está, que nuestra televisión se ocupe obsesivamente de culos y no de ideas, que los debates públicos se den entre vedettes, mientras la educación se deteriora y la cultura desfallece en presupuestos casi inexistentes.

Es decir que la dependencia de hoy ya no es sólo cultural, como lo señalaba Jauretche en su tiempo, sino que es psicológica, está en lo más profundo y determinante de nosotros mismos y eso hace el combate extraordinariamente difícil, quizás imposible: “Fue una labor humilde y difícil, porque tuvimos que destruir hasta en nosotros mismos, y en primer término, el pensamiento en que se nos había formado como al resto del país y desvincularnos de todo medio de publicidad, de información y de acción pues ellos estaban en manos de los instrumentos de dominación, empeñados en ocultar la verdad”. La tarea no es fácil, por momentos desanimante: “Todo escritor nacional ha experimentado alguna vez la sensación de un muro que lo asfixia y la interrogación concomitante acerca de si la lucha empeñada tiene un sentido que la justifique” (Scalabrini Ortiz)

 Es imprescindible superar el estado robótico al que nos han sumergido, convenciéndonos de que eso es lo mejor para nosotros. Para ello es necesario empeñarse en las pequeñas acciones de esclarecimiento que deberán encontrar los resquicios en medios férreamente alineados con la alienación , en una tarea que deberá parecerse a una militancia cuyo principal objetivo es nosotros mismos, permanecer en un alerta indesmayable para disipar en nosotros la colonización interior. Sólo así seremos capaces de estar a la altura de la lucha contra la moderna dependencia.

 

Compartir: