EL HIMNO Y EL MUNDIAL
Hace algún tiempo escribí que nuestro Himno Nacional es sin duda uno de los más bellos. A la inspiración de Vicente López y Planes y Blas Parera, autores de letra y música de la Marcha Patriótica aprobada en la Asamblea del Ano XIII y consagrada luego como Himno Nacional se sumó en 1860 la ambiciosa versión definitiva de Juan Pedro Esnaola.
Fueron sus estrofas y sus acordes lo que dieron fuerza y coraje a nuestros antepasados que fueron dando forma a nuestra Argentina. Lamentablemente hemos sufrido desde hace mucho un lento pero tangible proceso de desnacionalización que ha devaluado el concepto de Patria, como si “compatriotas”no significase “hijos de un mismo padre”, es decir “hermanos’. Recuerdo que mi padre nos hacía poner de pie cuando se escuchaba el Himno en dónde estuviésemos. Cierta vez, camino a Mar del Plata, detuvo el auto y nos hizo bajar para respetar esa consigna.
Siempre deploro que no sean más las banderas que cuelgan de ventanas y balcones en las fechas patrias. Esa falta de percepción de que argentinas y argentinos somos parte de un mismo equipo con una historia compartida, un lenguaje común y un destino que nos engloba, equipo que se llama Patria, está en la base de los problemas que nos aquejan y que nos impiden ser lo que deberíamos ser.
Montesquieu escribió: “El amor a la patria es común a todos los hombres, y el país natal, sea el que fuere, es siempre preferido a los demás; no sólo ese amor es natural sino tan poderoso que nada hay de imposible que no se haga cuando él manda”. También Sócrates: ‘La patria es más digna de respeto y veneración que una madre y que todos los parientes juntos, supuesto que ella abraza todo lo que la naturaleza tiene de más estimable y más sagrado”.
En el último Mundial de Fútbol al principio de los partidos jugados por nuestra selección fuimos agraviados porque se ejecutó solo la introducción no cantada de nuestra canción patria, lo que privó a nuestros jugadores del objetivo universal de los himnos que es conmover la fibra patriótica que anida en todo ser humano, estimulando a la lucha en caso de guerra o a la hazaña cuando se trata de justas deportivas, que son formas humanizadas de la guerra entre naciones. La memoria de nuestros próceres no puede aceptar una nueva mutilación, mucho menos en el Año del Bicentenario.
El sentimiento nacional, lamentablemente tan ahogado en ciertos ámbitos de nuestra sociedad en los que debería ser prioritario, es en cambio perceptible en el deporte. La utilización de la camiseta del seleccionado argentino está muy extendida y se ha erigido espontáneamente en el símbolo patrio más vigente.
El aliento y el festejo se hace coreando a viva voz “ ¡Argentina! ¡Argentina!”y banderas celeste y blancas de tamaños diversos colorean las tribunas y las riadas humanas hacia y desde los estadios. Los triunfos deportivos en fútbol son motivo de orgullo colectivo en que, aunque sea por un rato, todos sentimos que vale la pena ser argentinas y argentinos a pesar de los avatares políticos y económicos.
Todos recordamos la patriótica emoción con que los “Pumas” cantaron o gritaron nuestro Himno antes de sus épicas epopeyas ante los mejores equipos del mundo. Fue muy conmovedor ver a esos fornidos atletas viriles con lágrimas en los ojos y los labios apretados dispuestos a darlo todo por su orgullo nacional. Ello no fue ajeno a su magnífico desempeño. En youtube hay varios registros de aquel inolvidable minuto y medio y sería positivo que el señor Maradona se lo muestre a nuestros futbolistas para provocar su emulación..
También escribí que mi opinión es que en el próximo Mundial de Sudáfrica se debe ejecutar nuestro Himno Nacional entero, sin mutilaciones. El señor Grondona, presidente de la AFA, cuando le comuniqué mi propuesta me aclaró que una reglamentación de la FIFA lo impide por su extensión (en principio está estipulado que no deben durar más de un minuto). Escribí entonces y propuse que el fragmento a ejecutar no debía ser la muda introducción sino el cantado y marcial final que va desde el último “ ¡al gran pueblo argentino salud! ” hasta el tercer “ ¡o juremos con gloria morir! “ coronado por los majestuosos acordes finales.
Con alegría y satisfacción comprobé que en el reciente amistoso entre Argentina y Haití se cumplió con eso y felicito al señor Grondona por su receptividad. Confío que la decisión continúe en Sudáfrica.