El EXILIO DE RAFAEL ALBERTI EN PUNTA DEL ESTE

Son días en que los medios argentinos intoxican con la frivolidad del verano en Punta del Este.. Pero no siempre la bella ciudad costera uruguaya fue escenario solo de “parties”, “vernissages” y excesos faranduleros,

Fue privilegiado lugar del exilio del enorme poeta, dramaturgo y pintor español Rafael Alberti, militante comunista, escapado de la represalia franquista luego del fin de la cruenta Guerra Civil española en la que había tomado activo partido del lado republicano integrando la “Alianza de Intelectuales Antifascistas”.

Alberti y su esposa María Teresa León, escritora de mérito,  arribaron al puerto de Buenos Aires el 2 de marzo de 1940 en el barco “Mendoza” , camino a Santiago de Chile de acuerdo a instrucciones de Pablo Neruda. Sin embargo la cordial recepción de camaradas y amigos porteños cambiaron sus planes. No preveían entonces que el destierro no sería breve y que pasarían  24 años a orillas del Río de la Plata en los que nació su única hija, Aitana.

Nuestra Argentina fue también elegida por una pléyade de grandes personalidades fugitivas que enriquecieron nuestra cultura. Entre ellos científicos como Pío Hortega, matemáticos como Luis Santaló, juristas como Luis Jiménez de Asúa, historiadores como Claudio Sánchez Albornoz, pedagogos como Lorenzo Luzuriaga, sociólogos como Francisco Ayala, escritores como Rafael Alberti, Ramón Pérez de Ayala, Arturo Serrano-Plaja, Rosa Chacel o Ricardo Baeza; músicos como Manuel Falla; dramaturgos como Jacinto Grau y Alejandro Casona; artistas plásticos como Luis Seoane, Manuel Colmeiro y Alfonso Castelao; también actores y periodistas.

La pareja se instaló inicialmente en Córdoba, en la “Villa del Totoral” que les prestó Rodolfo Aráoz Alfaro, solidario aristócrata comunista, hasta que lograron tener sus papeles migratorios en regla y fijar entonces su residencia en Buenos Aires.

En los años del destierro argentino Alberti mantuvo una producción intensa y talentosa , “Entre el clavel y la espada”, “Pleamar”, “Retornos de lo vivo lejano”, “Baladas y canciones del Paraná” y “Buenos Aires en tinta china”, son obras de esa etapa dolorosa pero nutritiva.

Alberti siguió atentamente los sucesos de la España de Franco, que se negaba a caer a pesar de los obstinados pronósticos optimistas que cundían entre los exiliados. No se inmiscuyó en la política argentina pues nunca congenió con sus sucesivos  gobiernos, tampoco con el peronista que contaba con un ala conservadora que no miraba con buenos ojos a ese “rojo”. Macartismo que en 1964, hartos del acoso,  decidió a María Teresa y a Rafael a mudar a Italia ese  destierro que se prolongó por 14 años más.

Durante su estadía en Río de la Plata, anhelante de reproducir el añorado paisaje marítimo de su Cádiz natal al que dedicó su “Marinero en tierra”  Alberti eligió pasar largas temporadas, sobre todo en verano, en la bella Punta del Este donde el reconocido arquitecto catalán Bonet les construyó una estrecha  morada que bautizaron “La gallarda”, aún en pie próxima a la Playa Mansa.

En una entrevista Aitana Alberti dijo: «En 1944 descubrimos un paraíso en la otra orilla del río, Punta del Este, y la casa que allí diseñó para nosotros Antoni Bonet, las playas sin fin, los pinares solitarios y “La Gallarda” eran todo lo que una niña de temperamento retraído y novelesco podría desear”.

Los Alberti solían recibir visitas, sobre todo de escritores y artistas uruguayos. También de argentinos que cruzaban el río, como fue el caso de un grupo de comunistas, entre ellos Raúl González Tuñón, que escucharon con atención el relato de su encuentro con Stalin. Escena que yo revivo en mi libro “Las patrias lejanas” en base a testimonios de los asistentes, y que reproduzco aquí pues es revelador del carácter y las ideas de la pareja.

-Habíamos ido a Moscú para un congreso de escritores. Fue en 1934- arrancó Rafael, el perro Jazmín acurrucado a sus pies siguiendo con su mirada el vuelo de los fornidos moscardones que se criaban en la vecindad del mar.
-En 1937 – corrigió María Teresa – En 1934 fue nuestro primer viaje – Ella parecía gozar en corregirlo pero lo hacía con ternura, tratando de no ofenderlo.  
– Eso es. María Teresa había hecho un discurso en el Bolshoi, ante una sala llena de mujeres que lloraban mientras la escuchaban contar, como ella sabía hacerlo, el drama de las españolas en su guerra contra el fascismo. Después uno de nuestros amigos rusos…- Rafael intentó enfocar su memoria sin éxito.
-Kelyn, Fedor Kelyn.
-… vino hasta nosotros y nos preguntó si teníamos nuestros pasaportes porque Stalin quería vernos. Debo confesar que la perspectiva me puso nervioso, no sólo porque entonces lo admiraba más que ahora sino también porque era alguien a quien le había tocado decidir circunstancias tan decisivas para los demás, de él habían dependido tantas muertes, tantos cambios, tantas victorias.
– A que no te acuerdas, Rafael, de quién son estos versos:

 

¡Si yo hubiera sabido lo que ocurre
cuando empecé:
que las líneas con sangre matan,
suben a la garganta, ahogan!

 

– Pasternak.
– Hoy el poeta más admirado de la Unión Soviética. Lo conocimos en ese viaje, un hombre muy cálido. Tradujo a Shakespeare al ruso.
– Nos llevaron al Kremlin y nos condujeron hasta el despacho de Stalin.
– El Kremlin es verde, supongo que sería el color preferido de las zarinas.
– En la pared había un mapa de España  lleno de banderitas y señales. Quizás lo acababan de poner para demostrarnos que se ocupaban de nuestra guerra.
– Lo primero que nos dijo fue que confiaba en que fuéramos reservados sobre nuestra entrevista. Después le dijo a Rafael que sabía que era un excelente poeta muy querido por el pueblo español.
– De ti no dijo nada – bromeó Rafael y soltó una carcajada estentórea de las suyas. Algunos de los visitantes unieron sus risas sofocadas temiendo ofender a María Teresa.

Pero ella siguió la broma:

-Un georgiano bruto, machista como todos los rusos. Tenía los dientes amarillos y gastados por la pipa y era más bajo de lo que había imaginado. De todas maneras su presencia era imponente.
-De pronto sonrió y nos dijo que tenía una buena noticia para darnos: “Ustedes han vencido a los italianos en Guadalajara. Acaba de llegar la información”.
– El impacto fue grande. Eso significaba que Madrid seguía siendo nuestra.  A María Teresa se le llenaron los ojos de lágrimas y yo empecé a toser, que es una de las formas que tengo de llorar.
-Una buena noticia entre varias malas en esos días.
– Nos sentimos tan a gusto que nos atrevimos a pedirle que aumentara la ayuda militar a nuestro bando. Siempre recuerdo que entonces nos dijo con una expresión muy seria y el tono de voz grave, oscuro: “Estamos muy lejos, ojalá tuviésemos frontera con ustedes como Francia. O la proximidad de Gran Bretaña”. Con razón argumentó que eran ellos quienes debían redoblar su ayuda, cada vez más avara.
– Nos explicó que los barcos soviéticos debían hacer un largo trayecto hasta España, y que varios habían sido hundidos por los submarinos alemanes. Debían atravesar los Dardanelos y Turquía reclamaba que el gobierno español no pagaba los derechos a navegar por el estrecho.
-¿Cuánto tiempo estuvieron con Stalin? – se animó por fin a hablar uno de los escuchas.

– Dos horas.
– Dos horas y cuarto – precisó María Teresa.
– Un  coronel que nos acompañó nos dijo que Stalin nunca había estado tanto tiempo con alguien que no fuera un jefe de estado. Quizás no fuera cierto pero para alguien con tantas responsabilidades sin duda fue una gran deferencia.

Enamorado de la belleza y la paz puntaesteñas el poeta pagó con lo mejor de sí mismo, poesía, “Poemas de Punta del Este”. Uno de ellos dedicado al viento, en el que se trasluce la rabiosa nostalgia del desterrado.

Viento, estás loco. Hoy te has escapado
del mar y te has metido,
todas tus poderosas furias desesperadas,
dentro del bosque. Allí te veo, escucho
tus fuertes cabezazos encendidos,
tu rencorosa cólera, esa ira
que se alza en ti de cuando en cuando, como
si quisieras decirnos, inculcarnos
que eres tú el dios, el único elemento. 

Estoy dentro de ti, marcho en tu ciega
cerrazón, impelido, golpeado,
tratado igual que si no fuera ese
que se atreve, aun sabiéndote
tan salido de ti mismo, a cantarte.

Falto estás, viento, de razón. Debieras,
por lo menos conmigo, ser más blando. 

Pero, no, que estás loco, poseído,
y hoy no sabes ya adónde
arrastrarme con todo en tu arrebato.

  

 

 

Rafael, María Teresa y Aitana en “La Gallarda”.

 

“La Gallarda”

 

 

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