EL CHISTE Y EL HUMOR
Mi padre solía contar chistes. No era un virtuoso en ello pero servía para crear momentos agradables durante las comidas y las sobremesas, los pocos en que compartíamos nuestras existencias. Seguramente es por ello que para mí el chiste y el humor son cosa seria. Así lo entendió también Henri Bergson, el gran filósofo francés, en su libro La risa. Ensayo sobre el significado de lo cómico. Para él, la risa es un mecanismo o “gesto social” que tiende a reprimir los defectos o las posibles excentricidades de los miembros de un cuerpo social, es decir, tiende a dar agilidad y movimiento a la rigidez o torpeza mecánica que puede ocurrir en la sociedad. La risa es parte de ese principio vital (el famoso élan vital de Bergson) que nos mantiene en movimiento y en estado de creatividad.
El chiste no es creación moderna. El Philogelos (en griego antiguo ‘amante de la risa’) es la recopilación de chistes más antigua conservada. Está escrita en griego y el lenguaje usado indica que pudo haberse elaborado en el siglo IV d.C.. Se atribuye a Hierocles y Filagrio, sobre quienes se sabe poco.
Se sabe de otras anteriores. Ateneo cuenta que Filipo II de Macedonia pagó para que un club social de Atenas escribiese los chistes de sus miembros a principios del siglo II a. C. Plauto, célebre comediógrafo del siglo III a.C., hizo que dos de sus personajes mencionaran libros de chistes , hoy perdidos.
Cicerón, humanista y filósofo, en el siglo I a.C. en su libro II de “Acerca del orador (De Oratore II) se ocupa del chiste y da ejemplos:
“—¿Cómo juzgarías a alguien que es sorprendido cometiendo adulterio?
—¡Lento!”. (pag, 275)
“Un mal orador, creyendo que en el epílogo de su discurso había provocado la misericordia en el público, se sentó y luego me preguntó:
—¿Has visto cómo los moví a todos a la misericordia?
—Y vaya que muy grande —le dije—. No creo que haya alguien con el corazón tan duro que tu discurso no le haya dado lástima.” (pag.278).
La recopilación de Philogelos contiene 265 chistes numerados. En varios de ellos la víctima es el ciudadano de clase alta, presumido o sabihondo, el intelectual, que carece de conocimientos elementales de la vida. Es claro el sentido de crítica social.
“Un intelectual vio un pozo muy profundo en su condado y preguntó si el agua era potable. Un campesino le dijo que sí, que sus padres solían beber de ese pozo. El intelectual quedó maravillado: ¡Qué largos serían sus cuellos si podían beber de un sitio tan profundo!”.
“Un intelectual se venda un pie después de haber soñado que pisaba un clavo. Un colega le pregunta la razón del vendaje y al enterarse comenta: «¡ No debe sorprender que a los intelectuales nos traten de imbéciles!. ¡ A quién se le ocurre dormir con los pies desnudos!”.
Otro: “Un amigo le dijo a un intelectual: “¡Felicidades! He oído que tu mujer acaba de tener un hijo”. El intelectual contestó mosqueado: “Si, gracias a amigos como tú”. Como puede advertirse los chistes de doble sentido tampoco son novedad…
Los abderitas eran un pueblo de Tracia que se había ganado fama de tontos e ingenuos, lo que los hacía chivo expiatorio de la cortedad y simpleza de todos. Como lo fueron hace tiempo los gallegos entre nosotros o actualmente los polacos para los franceses.
“Un abderita vió a un eunuco hablando con una mujer y le preguntó si era su esposa. El eunuco contestó que él era un eunuco, y por tanto no tenía mujer. El abderita preguntó: “Ah, entonces, ¿es tu hija?”
A veces los burlados eran los cumanos, tribu nómade que habitó al norte del Mar Negro: “Un cumano compró unas ventanas y preguntó si permitían ver hacia el mediodía.”
No faltan tampoco los chistes picarescos:
“Un hombre fue a ver a un adivino incompetente y le preguntó sobre su familia. El adivino contestó: “todos están bien, sobretodo tu padre”. El hombre le dijo que su padre llevaba diez años muertos, y el adivino dijo: “No tienes ni idea de quién es tu verdadero padre…”
Un hombre joven atendía a una mujer y le dijo a sus dos esclavos: “Que uno le traiga una bebida a la señorita y el otro le haga el sexo”. La mujer respondió: “No tengo sed”.
Hay en el Philogelos personajes frecuentes en los chistes de hoy, como el esposo harto de su mujer:
“Un hombre fue a la tumba de su mujer y alguien que pasaba le preguntó: “¿Quién descansa aquí?”. Respondió el viudo: “Yo, ahora que estoy solo”.
Los hay también relacionados con profesiones:
“Un peluquero charlatán le preguntó a un gracioso:
—¿Cómo te lo corto?
—En silencio.”
“Un hombre consulta al médico. Le dice: Cuando me despierto a la mañana durante una media hora veo todo borroso. Recién después puedo ver claro. El médico le responde: “Entonces despiértate media hora más tarde”
En los chistes del Philogelo aparecen personajes de la época:
“Un ciudadano parte de viaje. Uno de sus amigos le pide comprar dos jóvenes esclavos de quince años cada uno. – De acuerdo –prometió el viajero- Si no los encuentro compraré uno de treinta”
También Freud se ocupó del tema en su obra El chiste y su relación con lo inconciente publicada por primera vez en 1905 con el título en alemán de Der Witz un seine Beziehung zum Unbewussten. El chiste sería la irrupción de elementos del inconsciente en la conciencia y es el carácter represivo de los elementos de nuestro inconsciente lo que determina que sean el sexo y lo escatológico temas primordiales en la construcción del
En otro breve texto de 1827 sobre el tema, lo que es prueba de su interés, “El humor”, Freud pone el ejemplo de un preso que va a ser colgado en la horca un lunes y, en tal circunstancia, comenta: “¡Bonita manera de empezar la semana!”. Este ejemplo mostraría la diferencia esencial del chiste y del humor: mientras que el chiste supone el afloramiento de elementos inconscientes en la realidad, el humor supondría precisamente la negación de esa realidad. Lo que hace el preso en el ejemplo es negar la realidad superándola y despreciándola mediante la broma.
Freud asimiló los mecanismos de construcción del chiste y del sueño. Amabas son funciones anímicas encaminadas a la obtención de placer; de un modo u otro a través de mecanismos similares (desplazamiento y condensación) ambos intentan reelaborar elementos inconscientes para que nos generen estados de conciencia placenteros.
El interés freudiano por el chiste dista mucho de la banalidad. Según J. Lacan después de La interpretación de los sueños y Psicopatología de la vida cotidiana, la obra sobre el chiste es la tercera en importancia dedicada por el genial austríaco a elaborar una nueva teoría de lo inconsciente. Agrega a esta revolucionaria construcción teórica una nueva doctrina de la sexualidad, aportándole a la cuestión del chiste una iluminación esencial, ya que subraya el aspecto infantil o polimorfo de la sexualidad humana, que se reencuentra en los juegos de lenguaje típicos del chiste. Como en el ejemplo “… yo estaba sentado al lado de Salomon Rothschild, y él me trataba de igual a igual, de modo totalmente famillonario”.
Hay humor en los textos sagrados. Por ejemplo en el Antiguo Testamento se manifiesta sobre todo en forma de burla. En Job 41:28, Dios dice que al leviatán no le hacen mella las armas del enemigo :“No lo hace huir la flecha; en hojarasca se convierten para él las piedras de la honda. Como hojarasca son estimadas las mazas; se ríe del blandir de la jabalina”. O cuando en Amós 4 se ridiculiza a las mujeres ricas como a “vacas gordas”: “Escuchen este mensaje, vacas gordas de Basánc, que viven en el monte de Samaria: Ustedes maltratan a la gente pobre y pisotean a los necesitados. Ustedes les dicen a sus maridos: «Un trago, por favor». Otro pasaje en que Dios apela a la burla cómica está en 1º Reyes 18. Los profetas de Baal “brincan” alrededor del fuego adorando a sus dioses falsos mientras Elías los observa y comentaba burlonamente: “Clamad en voz alta, pues es un dios; tal vez estará meditando o se habrá desviado, o estará de viaje, quizá esté dormido y habrá que despertarlo” .
Avanzando en los tiempos bíblicos llegamos a Jesucristo. Era un gran orador y sabía llegar a las multitudes que se congregaban para escucharlo. Sabía, mucho antes que los gurúes comunicacionales de nuestro tiempo, que el humor es una de las mejores formas de hacer comprensible y tolerable las duras verdades que pregonaba.
La forma especial del humor de Jesús era la ironía, algo así como las caricaturas, ante las que su auditorio seguramente reaccionaba con sonrisas, hasta con risas. Para aseverar que su preferencia estaba con los humildes y no con los ricos les decía “Es más difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos que un camello pase por el ojo de una aguja” (Marcos 10:25). Quienes lo escuchaban podían imaginar lo ridículo que era esa situación, sabían muy bien lo que era una aguja y un camello. Y el resultado era cómico, un chiste. Sabido es que se ha intentado edulcorar esta drástica afirmación inventando una puerta que nunca existió.
No fue la única vez que apeló al tamaño del camello, el animal más voluminoso en aquellos tiempos y lugares, esta vez para enrostrar a escribas y fariseos su hipocresía e indiferencia.: “Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello” (Mt 23:24-25).
Su auditorio de personas iletradas, mayoritariamente pastores, que sabían muy bien que eran las ovejas las que les daban abrigo y alimento, siempre amenazadas por el lobo hambriento, entenderían cuando el predicador les advertía sobre los “lobos vestidos de oveja” (Mt 7:15). Es cómico imaginarse a un lobo disfrazado de oveja, también ridículo, era aliviante reírse de una fiera temida con semejante aspecto.
No fue sólo Jesucristo quien utilizó el humor para mejor transmitir sus mensajes. Nasreddin, o Mulá Nasrudín, es un personaje mítico, una especie de antihéroe del islam, cuyas historias sirven para propagar las enseñanzas sufíes. Se supone que vivió en la península de Anatolia en una época indeterminada entre los siglos XIII y XV.
Nasrudín es un Mulá (maestro) que protagoniza una larga serie de historias de humor aparentemente ingenuo pero de profundo contenido. Sus enseñanzas, que han sido y son utilizadas por los maestros del sufismo, van desde la explicación de fenómenos científicos y naturales, de una manera más fácilmente comprensible, a la ilustración de asuntos morales. Los cuentos de Nasrudín actualmente llegan a ser aproximadamente 378. Fueron compilados en Occidente por J. A. Decourdemanche en el siglo XIX e Idries Shah en el siglo XX, entre otros autores.
“Todos los días Nasrudin iba a pedir limosna a la feria, y a la gente le encantaba hacerlo tonto con el siguiente truco: le mostraban dos monedas, una valiendo diez veces más que la otra. Nasrudin siempre escogía la de menor valor. La historia se hizo conocida por todo el la región. Día tras día grupos de hombres y mujeres le mostraban las dos monedas, y Nasrudin siempre se quedaba con la de menor valor. Hasta que apareció un señor generoso, cansado de ver a Nasrudin ridiculizado de aquella manera. Lo llamó a un rincón de la plaza y le dijo:—Siempre que te ofrezcan dos monedas, escoge la de mayor valor. Así tendrás más dinero y no serás considerado un idiota por los demás. —Usted parece tener razón —respondió Nasrudin—. Pero si yo elijo la moneda mayor, la gente va a dejar de ofrecerme dinero para probar que soy más idiota que ellos. Usted no se imagina la cantidad de dinero que ya gané usando este truco. No hay nada malo en hacerse pasar por tonto si en realidad se está siendo inteligente”.
“A veces Nasrudín trasladaba pasajeros en su bote. Un día, un exigente y solemne sabio alquiló sus servicios para que lo transportara hasta la orilla opuesta de un ancho río. Al comenzar el cruce, el erudito le preguntó si el viaje sería muy movido. -Eso depende tal vez según…- le contestó Nasrudín torpemente . El sabio, molesto por lo incorrecto de tal expresión, le preguntó -¿ Nunca aprendió usted gramática ? – No- dijo el Mulá Nasrudín.- En ese caso, ha desperdiciado la mitad de su vida-. Al rato se levantó una terrible tormenta y el precario bote comenzó a llenarse de agua. Nasrudín, dejando los remos, se inclinó hacia su pasajero: – ¿ Aprendió usted alguna vez a nadar ? –- No – contestó aterrado el sabio. – En ese caso, amigo, ha desperdiciado TODA su vida, porque nos estamos hundiendo. Y se lanzó al agua”.
“Nasrudín solía cruzar la frontera todos los días con las cestas de su asno cargadas de paja. Como se lo conocía como contrabandista los guardas registraban a fondo las alforjas y sus bolsillos sin encontrar nada. Sin embargo era para todos evidente que la prosperidad de Nasrudín aumentaba visiblemente. Un día se retiró y no volvió a atravesar la frontera. Tiempo después le encontró uno de los aduaneros y le preguntó: – Dime Nasrudín, ¿qué pasabas de contrabando, que nunca pudimos descubrirlo? – Asnos – contestó.
También hay situaciones humorísticas en nuestra historia. Una de ellas es protagonizada por José de San Martín, quien estaba dotado de un vigoroso sentimiento patriótico raro en tiempos en que la Nación estaba todavía en formación. Por entonces también campeaba lo que es hoy casi norma: el desprecio de lo nacional y la exaltación de lo extranjero, algo que hería sus sentimientos. Instalado en su chacra mendocina, terminadas sus campañas chilena y peruana, invitó a comer un asado a algunos vecinos que alardeaban de hábitos refinados, es decir europeizados. Tenía una botella de vino francés y otra de cosecha argentina. Intercambió sus etiquetas, sirvió sendas copas y pidió a sus invitados que opinaran. Unánimemente se pronunciaron a favor de las virtudes del supuestamente francés, lo que provocó las risas y burlas de don José.
Mi añorado padre, que cometía el difundido pecado de reírse antes del final, prefería los chistes blancos a los verdes. Uno de los que quedaron grabados en mi memoria infantil, porque fue uno de los primeros que provocó en mí aquello que es típico del buen chiste, la no inmediata comprensión del sentido oculto, la revelación sorprendente. Por eso es que un chiste no produce el mismo efecto cuando se lo escucha o lee por segunda vez. Lo atribuía a Francisco de Quevedo, el gran escritor del Siglo de Oro español: apostó con un amigo a que llamaría “coja” a Su Majestad la Reina Mariana de Austria, la de “Las meninas”, que lo era, ante otras personas. Se presentó en palacio con un ramo de flores de dos clases. Al agradecimiento de la Reina por el gesto el poeta replicó: “Señora, traigo un ramo que sólo será el anticipo del que os traeré. Desconociendo vuestra flor favorita, entre el clavel y la rosa, Su Majestad escoja”